
Afrodita era una diosa antígua, con semblante
contemporáneo. Estaba casada con el dios del arte
Hefaistos, pero parece que él no confirió
suficiente pasión a la unión. Portanto, ella se
despidió de su conyugue, hallando consuelo en los
poderosos brazos de Aries, el dios de la guerra. Sin embargo, la
verdadera clave de su corazón no era la fuerza, sino
más bien la dulzura y esto lo encontró en Adonis.
Eros, hijo de Afrodita, hirió accidentalmente el pecho de
su madre con una de sus flechas. Tambaleando de la herida,
Afrodita buscó abrigo en su fuente mineral, los famos Baños de Afrodita en la
Península de Akamas en Chipre. Ese dia, al alcance de su
vista se encontraba el cazador Adonis, y el amor que éste
inspiró en Afrodita fue el mayor y el más penoso
que ella jamás conoceria.
Le dijo al orgulloso mortal (que habia nacido de un árbol
de mirra): "Tu juventud y tu belleza no tocarán el
corazón de leones y de feroces jabalís. Piensa en
sus temibles garras y su prodigiosa fuerza!". Pero Adonis
no hizo caso a la admonestación de su amada. Mientras
Afrodita se encontraba fuera, diseminando el espíritu del
amor y de la belleza, Adonis persiguió a un jabalí
que se aprontaba para zurrar y matarlo con sus colmillos. Poco
sabia que éste era el envidioso Aries disfarzado.
Afrodita escuchó sus gritos desde su carruaje estirado
por cisnes, en el cielo, sobre la isla. Una vez que llegó
a su lado, invocó a la ninfa Menta (el espírito de
menta), quien asperjió nectar en su sangre, y luego, por
un proceso que hasta el momento no ha sido clasificado por los
científicos, brotaron anémonas rojas. Anemos en
Griego significa viento. Los capullos de las flores se abren a
través del mismo viento que esparce sus pétalos. Y
aún así, cada primavera, brotan nuevamente de la
tierra fértil de Chipre.
